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Un ejército pacífico y unido que crea en el valor de las pequeñas cosas. Gente que construya la historia y no se deje arrastrar por los acontecimientos.
Más corazones desarmados, en un mundo lleno de guerras. Almas magnánimas en una sociedad interesada. Espíritus fuertes para un siglo de mediocridades. Más trabajadores y menos personas que critiquen.
Más ciudadanos que digan: "Voy a tratar de hacer algo y menos que contesten, "es imposible".
Un número mayor de audaces que se lancen al fondo del problema para resolverlo y un número menor de fatalistas acomodados en la omisión.
Más amigos que se arremanguen con nosotros y menos demoledores que apunten solo defectos.
Más gente que almacene esperanza y menos frustrados que acarreen toneladas de desánimos.
Más personalidades que perseveren y menos colegas que comienzan y nunca acaban. Más rostros sonrientes y menos frentes nubladas.
Más compañeros bien asentados en la realidad y menos soñadores pendientes de las ilusiones pasajeras. Necesitamos con urgencia, sin falta: un mundo de manos bienhechoras encendiendo una luz para iluminar el pesimismo de la multitud.
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