Por fin corazón, por fin alienta con la esperanza, que entre nubes de carmín, del horizonte la confín, ya la tierra a ver se alcanza.
Luce la aurora en oriente rompiendo pardas neblinas, y la luz, como un torrente, se tiende por la ancha frente de verdísimas colinas.
Ya se va diafanizando de la mar la espesa bruma; el buque sigue avanzando, y va la tierra brotando como Venus de la espuma.
Y allá sobre el fondo oscuro que sus montañas le dan, bajo un cielo hermoso y puro, mi bellísimo San Juan.
Y aunque es ciudad amada mis afecciones encierra, con el alma entusiasmada, yo no me acuerdo de nada sino de ver esa tierra.
Perdonadle al desterrado ese dulce frenesí; vuelo a mi mundo adorado, ¡y yo estoy enamorado del la tierra en que nací!
Para poder conocerla, es preciso compararla, de lejos en sueños verla; y para saber quererla es necesario dejarla.
¡Oh!, no envidie tu belleza, de otra inmensa población el poder y la riqueza que allí vive la cabeza y aquí vive el corazón.
Y si vivir es sentir, y si vivir es pensar, yo puedo, patria, decir que no he sabido vivir al dejarte de mirar.
Que aunque templado y suave no vive, no, en el ambiente el pez de las ondas nave ni entre las ondas el ave, ni yo de mi patria ausente.
¡Patria!, jardín del mar, la perla de las Antillas ¡Tengo ganas de llorar! ¡Tengo ganas de besar las arenas de tus orillas!
Si entre lágrimas te canto, patria mía, no te asombres, porque es de amor ese llanto, y ese amor es el más santo de los amores del hombre.
Tuya es la vida que aliento, es tuya mi inspiración, es tuyo mi pensamiento, tuyo, todo sentimiento que brote en mi corazón.
Que haya en ti vida primero, cuanto ha de fijarse en mí, y en todo cuanto venero, y en todo cuanto yo quiero hay algo patria de ti.
No, nada importa la suerte si tengo que abandonarte, que yo solo aspiro a verte, a la dicha de quererte y a la gloria de cantarte.
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